Inglaterra, Francia y España han sido, desde tiempos históricos, enemigos acérrimos; grandes colosos de otras épocas que luchaban por extender sus imperios por el continente europeo y ampliar sus territorios coloniales. Durante años, las alianzas establecidas entre ellos se basaban en la beligerancia y el ánimo de derrotar a la tercera parte, a aquélla que en cada momento quedaba fuera de la alianza.