Mi tía Rafaela casada con Arturo Ponike, alemán propietario de la imprenta Minerva, en la calle Perdomo de la capital grancanaria; de vez en cuando, ya viuda, venía a visitarnos a Telde. Mujer de carácter y si se me permite, algo impertinente, dicho esto último con todo el cariño que le profesé en vida; era iracunda en sus sentencias y comentarios sociales. Un día, paseando por calle principal de los Llanos de San Gregorio (Actual Avenida de La Constitución) yo, cual Cicerone, le iba indicando los diferentes comercios que por entonces allí abundaban, todos ellos regidos por teldenses de nacimiento o de adopción. Éste Cronista, que fresaba los catorce años, le iba indicando: Esta tienda de tejidos es de don fulanito, esta peletería es de don menganito y aquella sombrerería es de don singlanito… de esta manera tan ilustrada recorrimos unos cien metros. Yo, inmerso en mi papel de guía no paraba en mi bien estudiado monólogo, mientras ella, con la cabeza bien erguida, asentía una... Leer más