A Javier Cañada lo quiero más que lo admiro y a pocas personas admiro más. Cañada practica y enseña el diseño desde el Instituto Tramontana y cerraba así el primer mail que he encontrado con su nombre en el remite, en algún momento de dos mil once: “Dime si considerarías escucharme un rato. Me acerco a donde estés. Gracias por tu tiempo”. En la concisión no ha cambiado.