Desde Fernando e Isabel, todos los reyes utilizaron la Inquisición con fines políticos. De hecho, su permanencia durante más de tres siglos estuvo orientada a este fin, cuando ya estaba más que superado el motivo por el que fue implantada. La Ilustración española mantiene una cierta ambigüedad, se quieren introducir reformas, pero sin grandes cambios. La Constitución de Cádiz mantiene el crimen de herejía, pero son los obispos quienes asumen las competencias que hasta entonces recaían en los inquisidores. Es Napoleón quien acaba de un plumazo con el Santo Oficio. Repuesto en el trono, Fernando VII lo reactiva, pero seis años más tarde los liberales restablecen la Constitución de Cádiz y la suprimen de nuevo. Cuando los cien mil hijos de San Luis acaban con el régimen constitucional, Fernando VII no lo resucita. Crea en su lugar las Juntas de Fe.