En 1791, Nicolás Appert –un maestro confitero y cocinero francés– había desarrollado un sistema de conservación de alimentos que los mantenía sin perder sus cualidades nutritivas. Básicamente los cerraba herméticamente en frascos de cristal y los hervía a 100 °C, en agua. Por lo tanto, que ponía los tarros al “baño María” de toda la vida y luego los sellaba con alambre y cera.