Tras hacer cima, Atxo Apellániz y Juan José Sansebastián inician un dramático descenso en el que se les hace de noche, la nieve empieza a caer y la niebla les envuelve impidiéndoles encontrar las huellas que les indiquen el camino de regreso. Se ven obligados a vivaquear a más de 8.000 metros y sorprendidos por un alud al día siguiente que arrastra a Juanjo al borde de los seracs que precedían un abismo de 3.000 metros.