Esta película marcó toda una generación de jóvenes a finales de la década de los 90, y a principios de los 2000, convirtiéndola en una obra de culto entre los amantes del terror. La forma novedosa de grabar con la cámara como si fuera real y la estrategia de marketing para la promoción de la misma, ocasionó que el público acabase pensando que los actores habían muerto durante la grabación del documental.