Aquí los pasillos de hotel se cambian por senderos que llegan a las 35 habitaciones (10 de ellas villas privadas) dando la bienvenida al viajero en la más absoluta calma, privacidad y ambiente rural. ¿Su gran particularidad? El diseño en formato de cubos independientes distribuidos entre los árboles y levantados a tres metros del suelo permiten una perfecta panorámica del valle de Guadalest donde los espacios diáfanos están a la orden del día, pero siempre disfrutando de una intimidad en la que el resto de huéspedes no van a participar. ¡Ideal para San Valentín! Súmale zonas comunes, dos piscinas tipo infinity, terrazas y una infinidad de caminos donde perderse en pareja... ¡Y no desearás salir del hotel en todo el fin de semana! Aunque si por el contrario sois de los que os gusta moveros, el embalse de Guadalest está a tiro de piedra y el maravilloso pueblo de Altea - uno de los rincones con más encanto de la Costa Blanca- os espera a tan solo media hora en coche del alojamiento.