Durante buena parte de su vida, Carlos V fue el hombre más poderoso del mundo, el líder de un gran imperio que empezaba a expandirse por el continente americano. Ninguno de los soberanos europeos había reunido jamás tantas tierras, recursos y numerosos ejércitos. Pero un cuarto de siglo después de su coronación, el emperador abdicó y se retiró exhausto a un discreto monasterio en Extremadura. Su biografía, como la de cualquier personaje de semejante envergadura, desborda triunfos y fallos.