Fernando VII, más que un rey, fue una plaga para los españoles. Mientras el pueblo se rebelaba el 2 de mayo contra los franceses, los mismos que le habían quitado el trono, él, en lugar de apoyar a los sublevados, los calificó despectivamente de “facciosos”. Su prioridad, en aquellos momentos, era congraciarse con Napoleón, no plantear cualquier estrategia de resistencia a los invasores. Pero, como sus súbditos no le conocían, se hicieron de él una idea romántica y le convirtieron en un mito cuando lucharon a su favor durante la guerra de la Independencia.